Yo sabía que el Juego existía. Mucha gente lo jugaba y muchos querían jugarlo. Pero es un Juego muy selecto, o mejor, muy caprichoso y no basta con querer jugar para que te deje entrar.
Yo fui espectadora durante muchos años. Estaba fuera de él y no me importaba. Tenía una vista panorámica y casi objetiva. En algunos casos incluso, había servido de árbitro. Conocer el Juego y aún así estar fuera de él, me daba cierto tipo de autoridad.
Pronto aprendí a fingir que entraba en él. Jugaba en silencio, dentro de mí misma. Soñando cada partida, sonriendo con cada batalla imaginaria. Escogía un Contrincante y soñaba que jugábamos, sin que él lo supiera. A veces, me parecía que él lo sabía o sospechaba de nuestro Juego imaginario. Pero yo callaba. Siempre callo.A veces, soñaba que jugaba también en la realidad y entonces pasaba horas observando a mi oponente, admirándolo, invitándolo al Juego con una mirada (porque este Juego es así, lleno de miradas, de sonrisas y silencios). Pero creo que él nunca lo notó. Cuando pienso en eso me alegro un poco, porque siempre es vergonzoso que sepan que sueñas con alguien...
Todo estaba bien. Yo jugaba con alguien y nadie conmigo. Me llenaba de sueños, de inventos y así era feliz. Hasta que por razones que aún no logro comprender, el Juego quiso que yo entrara en él. Fue sutil y sigiloso. Tejió una red delgada y resistente a mi alrededor y enviaba pequeñas señales. Yo, que lo había visto muchas veces como espectadora, estaba desprevenida, no creía posible entrar en ese Juego, y no fui capaz de darme cuenta cuando entré en él. Siempre sucede. Desde afuera todo se ve claro. El Juego finalmente se delató y me hizo saber que ahora era una de las jugadoras; que ahora tenía un lugar en él.
Lo ignoré. Aún lo ignoro. Creo que todo es una simpleza, que cada partida es un invento más. Y así, como antes imaginaba que jugaba, ahora sueño que no existe, que ese Juego es otra de mis ideas. Y lo desmiento una y otra vez, lo niego y me resisto a entrar en él. -Ese Juego no es para mí- me repito con insistencia. No quiero entrar porque no sé jugar; porque observé a otros, pero nunca pude entender las reglas, nunca pude descifrar con claridad los movimientos ni la esencia o el objetivo del juego. El ser humano está lleno de contradicciones. Lo único que sé es que en los juegos, y sobre todo en estos, siempre pierde alguien y aunque se supone que el otro gana no siempre es así. A veces la pérdida del otro, es también la pérdida del ganador.
Y ahora estoy aquí, inexperta y desubicada. Y el Juego me ataca, sigue enviando miradas, sonrisas, pensamientos, detalles. Y siempre pierdo mi turno. O no lo sé. En ocasiones respondo sin querer, juego sin darme cuenta. Soy amable y sonriente, a veces curiosa. El Juego sabe eso de mí y se aprovecha. Hace que mi naturalidad sea parte de él. Me envuelve y me obliga a jugar inconsciente. Y yo, sigo confundida...
Este Juego es arbitrario y déspota. En mis sueños, yo elegía a mi contrincante, solo uno, uno ideal. Pero ahora el Juego tiene el control y los asigna. En realidad, ha sido cruel. El Juego no sabe lo que quiero.
Ahora se supone que estoy jugando, pero no sé cómo. No sé cómo comportarme, no sé si debería recurrir a la indiferencia, no sé cómo detenerlo... ¡No quiero jugar, ni perder, ni hacer que alguien pierda!
Pero es demasiado tarde...ya estoy jugando y soy una inexperta.