Nacía de forma espontánea, y es que no podía ser de otra forma, esa era nuestra manera de besarnos: primero, un beso en cada una de sus mejillas; luego, un pico en su frente; y por último, una larga caricia alrededor de su rostro la cual casi siempre terminaba en un absurdo, pero, profundo besuqueo. Y ese también era nuestro modo de amarnos, de querernos, desearnos...de sabernos poco, aun conociéndonos mucho.
Creo poder decir que me enamoré de ella, claro, si es que puedo hablar de "amor". Esa palabra es muy engorrosa, un tanto complicada cuando se trata de usar, más y cuando todo el mundo hace uso de ella sin la mínima noción de la que ésta significa. Sí, es una palabra difícil, una expresión pura del lenguaje que con el desgaste y deterioro que sufre continuamente, se vuelve cada día más pesada. Pero, yo la sabía usar, la usaba con tal sutileza, con tal soporte moral detrás de ella, que era imposible no creer que lo que sentía era cierto.
Y no sólo hacía uso de la voz y del habla para trasmitir mi amor, sino que también me valía de otros medios: cada beso, cada tomar de manos, cada momento juntos tenía en el aire esa misteriosa atmosfera lograda por un sentimiento tan sublime y puro, como el que yo en esa época sentía.
¡Ah!, y qué no decir de ella, era hermosa, tenía en su aura una especie de campo de fuerza que me amenazaba para que no me acercase. Sin embargo, al mismo tiempo que una especie de energía misteriosa la envolvía para impedirme estar cerca de ella, existía también, una poderosa corriente de pasión que me instaba a buscarla, a mirarla, o mejor aún, a contemplarla. Debo decir que desde el primer momento me fijé en ella, en esos raros ojos azules - nunca había visto a alguien con esos ojos -, eran enormes, de un azul tan puro que podía viajar en ellos hacía los lugares más reconditos del universo, juro que ví en sus manantiales azules la diáfana imagen de su alma, imagen que terminaría enamorando mi corazón.
Pero, no eran sólo sus ojos, era ella, su forma de vestir, de hablar, de caminar, de reír, de pensar, etc. Vestía con un dejo de austeridad en sus prendas, las cuales nunca le quitaban elegancia, antes al contrario, exaltaban su estilo; hablaba con completa propiedad, como si hubiera vivido muchas cosas, como si hubiera ido a muchas partes. Reía de una manera tan dulce, abultando un poco sus carnosos labios en la parte superior y develando a los ojos públicos la perfecta alineación de sus dientes, de sus blancos y hermosos dientes, con su sonrisa se estiraban un poco las comisuras que acompañan los párpados de los ojos y al mismo tiempo que reía su mejilla derecha contorneaba un suave hoyuelo que se matizaba a la perfección con la fina piel de su rostro... continuará.